La entrada Lola Mora: la escultora argentina que desafió las normas de su época se publicó primero en Mentes Liberadas.
]]>Lola Mora fue una escultora argentina consagrada que incursionó en círculos artísticos que estaban vedados para las mujeres. Tuvo una obra prolífica y su creación más conocida es la Fuente de las Nereidas, también conocida como Fuente de Lola Mora, que en su momento causó un escándalo por incluir figuras desnudas. El origen de la artista sigue siendo un debate entre salteños y tucumanos, aunque ella siempre se consideró tucumana. Fue amiga del presidente Julio Argentino Roca y cuando este falleció, Lola Mora cayó en la desgracia, muriendo en la pobreza, traicionada por su joven esposo y olvidada por la sociedad.
Descubre la historia de esta increíble y talentosa mujer que cambió el arte en Argentina y Latinoamérica para siempre.
El nombre completo de Lola Mora era Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández y si bien se considera que nació en la localidad de El Tala, en el Departamento de La Candelaria, Provincia de Salta, ella siempre se sintió tucumana, dado que creció en la Provincia de Tucumán. Si no conoces la geografía argentina, te cuento que ambas provincias, Salta y Tucumán, son limítrofes y que el pueblo de El Tala, se encuentra igualmente en la frontera.
El padre de Lola Mora, Romualdo Alejandro Roma era un comerciante y estanciero de origen catalán. Él vivía entre las mencionadas provincias y estando en El Tala conoció a Regina Vega Sardina, una joven salteña oriunda de ese pueblo, con quien se casó. Lola Mora tenía siete hermanos y ella fue la tercera en nacer, el 17 de noviembre de 1866.
La familia se instaló en San Miguel de Tucumán, la capital de la provincia, y es allí donde Lola empezó la escuela y donde creció. Por ese motivo es que siempre se sintió tucumana.
Lola tuvo una infancia y adolescencia normales hasta que cumplió los 18 años. Fue en ese momento cuando la tragedia llegó a su vida. Se quedó sin sus dos padres en cuestión de horas. Su madre falleció de neumonía y su padre, tuvo un infarto fatal dos días después.
Lola comenzó a tomar clases con el pintor austríaco John MacTavish, que se había instalado en Tucumán. Era el año 1887 y esto le permitió a ella dar sus primeros pasos en el maravilloso mundo del arte. Con este artista aprendió sobre dibujo y pintura. Tuvo también su primer contacto con el neoclasicismo y el romanticismo italiano. Además, aprovechó para hacer retratos de figuras de la sociedad tucumana.
Lola alcanzó el éxito rápidamente, llegando a realizar retratos del gobernador de Salta y también de los gobernadores tucumanos. Esto hizo que ganara relevancia. ¿Cuál iba a ser su siguiente paso? Viajar a Buenos Aires para adquirir una beca. Los mejores artistas se formaban en Europa y allí es adonde Lola apuntaba.
En 1896, obtuvo esta beca y gracias a ella, pudo embarcarse a Europa, más precisamente a Roma, Italia, donde quería profundizar sus estudios sobre arte. Allí iba a descubrir una sorprendente nueva faceta propia.
Estando en Italia, Lola Mora tuvo diferentes profesores. Primero, fue alumna del pintor Francesco Paolo Michetti, quien no daba clases, pero decidió hacer una excepción luego de comprobar el talento de la joven argentina. Luego conoció al reconocido escultor Giulio Monteverde, que era un maestro en el trabajo con mármol. Lola Mora ya había incursionado en la escultura, pero utilizando terracota o tierra cocida, una arcilla que permite ser modelada y luego se endurece en el horno.
A partir de su aprendizaje con Monteverde, Lola Mora abandonó la pintura y se dedicó de lleno a la escultura.
Estando en Europa, Lola Mora se convirtió en una artista consagrada. No llegó a cortar nunca el lazo con Argentina. Ella iba y venía constantemente presentando sus nuevas obras. Uno de sus autorretratos esculpido en mármol de Carrara fue exhibido en la Exposición Universal de París de 1900. Y no solo eso, además, ganó una medalla de oro.
Al regresar a la Argentina ya todos conocían su increíble trabajo y le fueron ofrecidos nuevos encargos. Entre ellos, una estatua de Juan Bautista Alberdi, estatuas y relieves para el Monumento del 20 de Febrero (que se encuentra en Salta y hace honor a la Batalla de Salta, comandada por Manuel Belgrano).
Entre tantos pedidos había uno de la municipalidad de Buenos Aires. El diseño de una fuente de mármol de ocho metros: La Fuente de las Nereidas.
La Fuente de las Nereidas fue esculpida en mármol de Carrara, granito y piedra basal, en Roma, donde Lola Mora tenía montado su taller. En agosto de 1902 regresó al país con las estatuas de la fuente embaladas.
Si conoces sobre mitología griega, te cuento que las nereidas son las cincuenta hijas de Nereo y de Doris. Son las ninfas del mar Mediterráneo y, si bien viven en las profundidades del agua, suelen emerger para ayudar a los marineros. Las nereidas son mujeres hermosas que representan la belleza del mar. Sus cantos son armónicos y sus movimientos danzantes son una metáfora del sonido y el movimiento del mar. En el arte, tradicionalmente se representa a las nereidas como muchachas jóvenes, sumamente bellas y vestidas con apenas algunas sedas blancas semitransparentes o directamente desnudas.
En ese sentido, Lola Mora las esculpió de la forma tradicional, sin comprender el escándalo que podría llegar a generar.
Se fueron corriendo rumores sobre lo indecente de la obra y se generó mucha expectativa. El 21 de mayo de 1903 hubo una gran ceremonia en Buenos Aires a la que asistieron el intendente porteño Alberto Casares, los principales funcionarios del gobierno, distinguidos embajadores y grandes artistas, entre otras celebridades y personas importantes. A todos ellos, se le sumaban miles de curiosos que querían ver de qué se trataba la supuestamente libidinosa fuente. Solo faltó el presidente Roca, que a pesar de su ausencia, era un gran amigo de Lola Mora.
Finalmente, la fuente fue revelada. Tres tritones desnudos con sus caballos emergen del agua para enmarcar en el centro a dos nereidas desnudas que dan lugar a Venus (Afrodita, en la mitología griega), la diosa del amor, la belleza y la fertilidad. La fuente estaba erigida sobre una base de piedra irregular y alcanzaba más de 12 metros de altura, ocupando un diámetro de 11 metros.
Al descubrirse las piezas, finalmente se revelaron las nereidas y Venus desnudas. La sociedad porteña consideró indecentes e incluso libidinosas estas figuras. Por su parte, el sector anarquista consideró que la obra constituía una degradación de la sociedad.
El principal defecto que le señalaban los detractores de esta obra eran los cuerpos desnudos de las figuras femeninas, especialmente los pechos descubiertos. La idea original era que la fuente estuviera emplazada frente a la Catedral Metropolitana, en la Plaza de Mayo. Sin embargo, las figuras desnudas y según algunos, provocativas, no podían estar frente a una iglesia. La fuente fue finalmente inaugurada el 21 de mayo de 1903, pero se ubicó en el Parque Colón, el espacio verde que se ubica detrás de la Casa Rosada.
Más allá de las figuras que escandalizaron a la sociedad, había algo más: Lo que molestaba era el hecho de que las había esculpido una mujer. Una mujer que vestía con delantal, que se recogía el cabello con una cofía, que se ensuciaba las manos y usaba herramientas como martillos y cinceles. Una mujer a la que se veía dar órdenes y dirigir a sus asistentes hombres al momento de montar su obra. Desde ya, este no era el estereotipo de mujer de principios de siglo XX.
No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios.
-Lola Mora
Más allá de la polémica, Lola Mora siguió recibiendo encargos oficiales. Entre ellos, le pidieron un busto del presidente Julio Argentino Roca, una estatua del cofundador de la Unión Cívica Radical, Aristóbulo del Valle, estatuas para el Congreso Nacional, y algunos sobrerrelieves. Realizó todos estos trabajos en Roma y para 1904 ya los tenía listos.
Entre las principales obras de Lola Mora están el Monumento a Juan Bautista Alberdi, en la Plaza Alberdi, en San Miguel de Tucumán. También sus estatuas se encuentran en el Pasaje Juramento, un pasaje peatonal inaugurado en 1997 que conecta el Monumento Nacional a la Bandera con la calle Buenos Aires. Lola Mora había tenido el contrato para realizar este monumento, pero tras el escándalo con la Fuente de las Nereidas, se lo rescindieron. Muchos años después, algunas de sus esculturas encontraron su lugar en este lugar, tan cerca del monumento.
Varias de sus obras se encuentran en diferentes provincias de Argentina. El monumento a Nicolás Avellaneda está en la Plaza Alsina, en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Hay también tres estatuas en el Palacio de Gobierno de San Salvador de Jujuy. En la ciudad de Salta, se encuentra la estatua del Dr. Facundo Zuviría. En la ciudad de Corrientes, se encuentra la estatua del General Carlos María de Alvear.
Lola Mora se casó en 1909 cuando tenía 43 años. Su esposo fue Luis Hernández Otero, que tenía 27 años y era hijo de un exgobernador de Entre Ríos. En algunas fuentes, las edades son otras, pero la diferencia de edad se mantiene.
Debido a la diferencia de edad de la pareja, la familia del novio desaprobó la boda. Hay que comprender que en esos tiempos era raro que una mujer se casara a esa edad y menos, con un joven alrededor de 16 años más joven. En las actas de la ceremonia religiosa y del trámite civil, anotaron a Lola Mora con 33 años.
Lamentablemente, el matrimonio de Lola Mora fue un fracaso y cinco años después de la boda descubrió que su marido le era infiel. Finalmente, en 1917 su marido la abandonó.
Mora siguió trabajando ayudada por sus contactos, especialmente por su amistad con el presidente Julio Argentino Roca, pero al morir este, su influencia se debilitó. Su vínculo con Roca, hizo que referentes de la oposición, principalmente del radicalismo y el socialismo, descalificaran su obra y pidieran desmontar varias de sus esculturas.
A partir de 1910, Lola Mora se quedó sin encargos y esto la llevó a endeudarse. No le quedó más remedio que hipotecar su taller en Roma. En 1915, Lola Mora se despidió de Italia y retornó a Argentina de manera definitiva.
Como mencioné antes, su último contrato activo, la intervención del Monumento a la Bandera en Rosario, fue dado de baja por el presidente Marcelo T. de Alvear en 1925.
En 1920, Lola Mora abandonó la escultura. Comenzó a interesarse por las nuevas tecnologías, como es el caso de la cinematografía y, posteriormente, la geología. En sus infructuosos intentos por desarrollar negocios en estas dos industrias, perdió todos sus ahorros.
Para la década del 30′, Lola Mora era una artista empobrecida y con una salud frágil. Se había convertido prácticamente en una indigente.
Vivía con sus sobrinas en Buenos Aires, quienes la asistían. Apenas podía caminar y por momentos parecía tener problemas neurológicos.
En 1933 sufrió un ataque cerebral que la dejó postrada durante casi tres años. Falleció el 7 de junio de 1936 en Buenos Aires. Sus restos fueron enterrados en el Cementerio de la Chacarita. Recién en 1977 fueron trasladados a Tucumán. Hoy, descansan en el Cementerio del Oeste en el Jardín de la República.
Tras su muerte, su familia se encargó de quemar toda su correspondencia, lo que hace que, lamentablemente, no tengamos más información sobre la vida personal de esta gran artista.
El día de su natalicio, el 17 de noviembre, es considerado en Argentina como el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas. También, se crearon los Premios Lola Mora en su honor, de la Dirección General de la Mujer de la Ciudad de Buenos Aires para distinguir a proyectos y personas que promuevan la imagen positiva de la mujer y que rompa con los estereotipos de género.
En 1918, la municipalidad de Buenos Aires decidió desmantelar la Fuente de las Nereidas y reubicarla en la Costanera Sur, lugar en la que se encuentra hasta nuestros días. Si vives en Buenos Aires o estás de visita, te recomiendo mucho que pases un momento por allí para ver esta bellísima obra de arte.
Lola Mora es una de las principales referentes de la escultura argentina. Una artista innovadora, que rompió con los estereotipos y que con talento y pasión marcó un antes y un después en el arte argentino.
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]]>La entrada Amelia Earhart, la reina del aire se publicó primero en Mentes Liberadas.
]]>Porque Amelia Earhart es un lugar común como ícono de mujer que logró trascender, especialmente en campos que históricamente no estuvieron reservados para mujeres.
Sin embargo, al investigar sobre ella, descubrí su historia y comprendí por qué su figura es tan importante. En este artículo, intentaré contarte los logros y el gran legado de Amelia Earhart.
Sigue leyendo. Te aseguro que este artículo vale la pena.
Amelia Marie Earhart nació el 24 de julio de 1897 en Atchinson, Kansas, Estados Unidos. Su familia tenía un buen pasar gracias a su abuelo. Su padre, trabajaba como perito de seguros pero era alcohólico, algo que marcó la vida de Amelia.
Amelia era distinta a otras niñas. Le gustaba la aventura, salir al aire libre, divertirse, ensuciarse y jugar juegos que solían jugar más los varones.
A los 10 años vio un avión por primera vez. Podrías estar pensando que sus ganas de aventuras se potenciaron con la posibilidad de surcar los aires en una aeronave, pero no fue así. Su primer encuentro con un avión no le causó nada en especial.
Esto que parece un detalle, es algo a tener en cuenta. En la vida, las pasiones no siempre se descubren de forma romántica, en cámara lenta, con luces de colores.
Más allá de sus ansias de jugar en el exterior, a Amelia le gustaba también leer. Pasaba horas y horas, guiada por su abuela y por una institutriz. Estas dos mujeres la formaron en sus años iniciales y la prepararon para la escuela secundaria, de la cual se graduó.
Tiempo después Amelia Earhart intentaría comenzar una carrera universitaria vinculada a las ciencias de la salud, pero terminaría dejándola por la que sería su gran pasión: la aviación.
Pero todavía no llegamos a eso. A Amelia le vendrían, primero, tiempos difíciles.
La Primera Guerra Mundial azotó Europa y arrojó un montón de soldados que volvían heridos a casa. Por ese tiempo, Amelia estaba en Toronto, Canadá, visitando a su hermana. Allí decidió enlistarse como enfermera para colaborar en los hospitales.
Sin embargo, como quizás sepas, en 1918 además de la Gran Guerra, se desató una terrible pandemia: la Gripe Española. Amelia estuvo en contacto con enfermos y se contagió.
La gripe se convirtió en neumonía. Estuvo dos meses internada y le llevó un año entero recuperarse del todo. Todo ese tiempo de convalecencia lo pasó en la casa de su hermana que ahora vivía en Massachussetts.
¿Qué hizo durante todo ese tiempo que se estuvo recuperando?
Amelia se dedicó a muchos pasatiempos, entre ellos, la lectura. Entre los principales temas que le comenzaron a apasionar se encontraba la mecánica.
Se terminó de recuperar de la neumonía, pero la enfermedad le dejó secuelas de por vida, con una sinusitis por la que tuvo que ser operada en reitaradas ocasiones.
Antes te contaba que Amelia había visto su primer avión cuando tenía 10 años, pero que no le había parecido nada interesante.
Tiempo después, Amelia asistió a una exhibición nacional de Canadá. Allí se presentaba un as de la aviación que había participado como piloto en la Primera Guerra Mundial.
La historia cuenta que el piloto, en pleno vuelo, vio que Amelia y una amiga estaban mirando la exhibición pero más apartadas del público, en una zona descampada. Para impresionarlas o para asustarlas, decidió bajar de golpe con el aeroplano.
Para Amelia no fue un susto. Todo lo contrario. Fue una revelación. Aunque tiempo después iba a tener una más intensa.
A finales de 1920, cuando Amelia tenía unos 23 años, ella y su padre visitaron un autódromo. Allí conocieron al piloto Frank Hawks, uno de los hombres récord de la aviación en su momento. A pedido de su padre, Hawks llevó a Amelia a hacer un breve viaje de 10 minutos en su avión.
Esta vez sí Amelia tuvo una gran revelación. Según sus propias declaraciones, al bajar del avión tenía bien claro lo que tenía que hacer: «Tengo que volar».
De allí en adelante comenzaría a enfocarse en su gran sueño y convertirse en una piloto.
Amelia estaba decidida. Iba a tomar lecciones de vuelo cueste lo que cueste.
En ese entonces ya existían aviadoras mujeres, pero eran muy pocas. Una de ellas fue Anita «Neta» Snook, quien fue la instructora de Amelia.
Para ingresar en el mundo de la aviación y mezclarse con los pilotos, Amelia decidió adaptarse.
Las clases de vuelo fueron pasando y Amelia fue ganando experiencia. En 1921 se compró su primer avión. Un Kinner Airster de color amarillo al que bautizó El Canario.
En 1922 estableció su primer récord mundial. Llevó El Canario a una altitud de 4.300 metros, algo que ninguna aviadora mujer había logrado hasta el momento.
En 1923, la FAI (Fédération Aéronautique Internationale), con sede en París, le otorgó la licencia de aviadora. Fue la decimo sexta mujer estadounidense en recibirla.
Amelia pretendía estudiar en el MIT, pero una crisis económica familiar la dejó sin posibilidades. Mientras seguía volando, tuvo que trabajar como maestra y como asistente social en Boston.
Como puedes ver, a veces en la vida aparecen obstáculos en lo que quieres hacer. Eso no siempre es malo. Simplemente te lleva a un camino distinto. Y eso es algo de lo que le pasó a Amelia Earhart.
Amelia tenía una columna en un diario local donde escribía y promovía la aviación. Esto la hizo famosa a nivel local.
En 1927, el aviador Charles Lindbergh se convirtió en una estrella mundial al cruzar el Océano Atlántico en su ya mítico Spirit of St. Louis. El récord estaba establecido, pero para los hombres. Todavía faltaba la posibilidad de que una mujer hiciera ese mismo vuelo. Y por supuesto que Amelia quería hacerlo.
Amelia fue convocada por el publicista George Putnam para que hiciera este viaje. ¡Un momento! ¿Por qué un publicista? ¿Qué tiene que ver con la aviación?
La aviación en ese momento era algo novedoso. Los hombres y mujeres que se dedicaban a tal noble empresa conectando continentes, arriesgaban sus vidas. Por eso eran vistos como héroes, algo similar a lo que luego les pasó a los astronautas y en la actualidad a los deportistas de élite.
En otras palabras, los aviadores eran grandes figuras de marketing y sus proezas generaban un gran negocio.
Amelia estaba entusiasmada con la propuesta de Putnam, pero… En realidad no querían que ella pilotara el avión. La idea era formar una tripulación con el piloto Wilmer Stultz y el mecánico y co-piloto Louis Gordon.
¿Qué iba a hacer Amelia? Sería la navegante y llevaría la bitácora de la misión.
En realidad, sus tareas eran puramente artificiales. Lo que quería Putnam era que una mujer cruzara volando el Atlántico aunque fuera como pasajera. Por su sencillez, carisma y apariencia, Amelia Earhart era la candidata perfecta.
Aunque la propuesta no era lo que esperaba, Amelia finalmente aceptó formar parte de la tripulación. Incluso si hubiera querido, no hubiera podido pilotear el avión dado que ese modelo se navegaba a través de instrumentos y ella aún no tenía formación en ese aspecto.
El avión salió desde Trepassey, Canadá y llegó a Gales 20 horas después. Amelia fue una pasajera en todo el trayecto. No hizo absolutamente nada. Al bajar del avión declaró frustrada:
Stultz fue el piloto. Yo fui solamente un bulto, como una bolsa de papas.
Más allá de su frustración, el público en Europa recibió a la tripulación como héroes y lo mismo sucedió cuando volvieron a Estados Unidos. Ahora ella era famosa mundialmente e incluso tuvo la oportunidad de conocer al presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover.
Amelia siguió vinculada a George Putnam, que pronto se iba a convertir en algo más que en su representante, publicista o relaciones públicas.
Aprovechando la fama que Amelia había logrado y su imagen, Putnam desarrolló todo un negocio alrededor de ella.
En poco tiempo, Amelia publicitaba su propia marca de equipaje de viaje, indumentaria y accesorios de moda para mujeres e incluso la marca de cigarrillos Lucky Strike (aunque ella no fumaba).
Al mismo tiempo, Amelia aprovechó su posición para promocionar la aviación comercial. Junto a Charles Lindbergh fue una de las personalidades que más insistió en desarrollar esta industria. En gran medida, la promoción consistía en destacar lo seguro que era volar en avión.
Amelia se convirtió en la vicepresidenta de National Airways que posteriormente se convirtió en Northeast Airlines y que en 1972 fue adquirido por Delta Air Lines.
Amelia era famosa mundialmente y tenía algunos récords de aviación. También participaba en carreras aviones de mujeres. Allí competía contra las mejores, como por ejemplo Jacqueline Cochran aunque este tipo de competencias no se le daba bien a Amelia.
Ella sentía que le estaba faltando una gran proeza, un gran logro individual.
En 1928, se convirtió en la primera mujer en cruzar en avión el continente norteamericano ida y vuelta.
Luego, en 1931 logró un récord de vuelo en altitud en un autogiro Pitcairn PCA-2. Llegó a los 5.613 metros de altura.
En paralelo con su búsqueda individual, Amelia contribuyó mucho a otros objetivos colectivos. Entre ellos, a la creación en 1929 de The Ninety-Nines (Las noventa y nueve), una organización de mujeres aviadoras.
El objetivo era luchar por los derechos de la mujer en el mundo de la aviación, dar soporte moral, promover los espacios para mujeres en este mundo y guiar a las nuevas pilotos.
El nombre de la organización fue una idea de la misma Amelia, basada en la cantidad de integrantes que tuvieron originalmente al formarse. Además, fue la primera presidenta que tuvo esta organización.
¿Era necesaria la creación de esta organización? Bueno, hay una anécdota que deja en claro que sí.
En 1934 se celebró la competencia Bendix Trophy, una de estas carreras de aviones en las que Amelia y otras grandes aviadoras solían participar y a veces les permitían competir incluso contra los hombres.
Pero el año anterior, en 1933, la piloto Florence Klingensmith se estrelló con su avión y murió, mientras participaba del Frank Phillips Trophy Race en Chicago.
Esto le sirvió de excusa a la organización del Bendix Trophy para suspender la participación de las mujeres en la competencia. El argumento era que no eran tan hábiles como los hombres a la hora de pilotear (haciendo la vista gorda respecto a los trágicos accidentes que involucraban a pilotos hombres)
¿Qué hizo Amelia al respecto?
Tenía encargado llevar en avión a la actriz Mary Pickford, una gran celebridad del momento, a que realice la apertura de la competencia en Cleveland. En señal de protesta, Amelia se rehusó a llevarla.
Amelia Earhart estaba comprometida con un ingeniero químico que vivía en Boston. Sin embargo, rompió su compromiso para casarse con su promotor, George Putnam.
Putnam se divorció de su esposa en 1929 y le pidió casamiento a Amelia en seis oportunidades, hasta que ella finalmente aceptó… pero con algunas condiciones.
El espíritu libre de Amelia no podía adaptarse a la estructura de un matrimonio clásico. Ella necesitaba espacio (¡podríamos decir «aire»!), libertad y autonomía. En una carta que le dedicó a Putnam, le explicó esto y le puso algunas condiciones a su matrimonio, convirtiéndolo más en una asociación de iguales.
Amelia siguió usando su apellido Earthart y no tomó el apellido de su esposo. Nunca tuvieron hijos.
Amelia trabajó mucho con el pionero de la aviación comercial Gene Vidal. Hay quienes creen que en realidad ellos dos tuvieron una relación romántica. Esto podría explicar también el tipo de relación abierta que Amelia tenía con George Putnam.
Como te contaba antes, después de la proeza de Charles Lindbergh de cruzar el Atlántico en avión, estaba todavía la posibilidad de que lo hiciera también una mujer. Varias lo intentaron pero murieron en el camino. No era una empresa fácil. Había mucho peligro.
Sin embargo, ese era el gran objetivo de Amelia Earhart.
El 20 de mayo de 1932, a los 34 años, Amelia se subió a su Lockheed Vega 5B en Harbour Grace, Newfoundland, Canadá. Despegó desde allí y 14 horas y 36 minutos después aterrizó en Culmore, Derry, Irlanda del Norte.
Esta proeza le valió la Cruz de Vuelo Distinguido que otorga las FF.AA. de Estados Unidos. También recibió la Legión de Honor que otorga el Presidente de Francia y le valió incluso la Medalla de Oro de la National Geographic Society, entregada por el entonces Presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, que seguía en su cargo.
Posteriormente, Amelia realizó otros vuelos menores. En 1935 fue desde Hawái a Oakland y luego de Los Ángeles a México DF, para ir luego desde allí hacia New York.
Pero estos vuelos eran muy poco en comparación a lo que había logrado. Ella ya estaba pensando en superarse nuevamente. En una proeza mayor.
El nuevo objetivo de Amelia Earthart era volar alrededor del mundo haciendo la ruta más extensa posible, para marcar un récord adicional. La proeza de volar alrededor del mundo en avión ya había sido lograda por el aviador Wiley Post en 1931.
Esta expedición necesitaba mucha preparación ya que el recorrido sería de 47.000 kilómetros.
El avión elegido fue un Lockheed Electra 10E al que Amelia pidió hacerle algunas modificaciones para poder llevar más combustible.
En esta ocasión sabía que no iba a poder ir sola. Ella sería la piloto, pero llevaría dos tripulantes. Por un lado, el Capitán Harry Manning que también era piloto y sabía operar la radio. Y por el otro, Fred Noonan, que realizaría la función de segundo navegante.
En un primer intento, la tripulación comenzó el viaje de este a oeste. Pero no pudieron llegar muy lejos por desperfectos técnicos. Tuvieron que suspender todo y regresar a Estados Unidos.
En el segundo intento, Amelia viajó solamente con Fred Noonan como navegante. La ruta ahora sería de oeste a este.
El vuelo salió el 1 de junio de 1937 desde Miami. Fueron pasando por varios puntos de Sudamérica, África y la India, hasta llegar a Nueva Guinea el 29 de junio. Venía la parte más difícil del viaje. El cruce del Océano Pacífico.
El 2 de julio de 1937, Amelia Earhart y Fred Noonan partieron desde Lae Airfield que se encuentra en Papúa Nueva Guinea. El objetivo era llegar a una pequeña isla en el medio del Pacífico llamada Howland Island (A medio camino entre Fiji y Hawái).
Pero nunca llegarona allí. Se perdió contacto con el avión cerca de las Islas Nukumanu, a unos 1.500 km. de donde habían partido.
¿Qué ocurrió? Nadie lo sabe.
Amelia y Noonan fueron buscados intensamente. Estados Unidos organizó la misión de rescate más grande de la historia, pero nunca los encontraron.
El 5 de enero de 1939, año y medio después de su desaparición, Amelia y Noonan fueron declarados muertos y se terminó su búsqueda.
A partir de este incidente surgieron muchas teorías. Algunas basadas en la lógica y otras increíblemente conspirativas.
No quiero meterme mucho en este tema ya que la idea del artículo es contar la vida de Amelia Earhart, pero tampoco te quiero dejar sin información al respecto. Así que voy a enumerarte algunas de las teorías que se manejaron y aún al día de hoy se siguen manejando.
Algunas de las teorías son las siguientes:
En 1940 se encontraron restos óseos en la Isla Nikumaroro y hasta el día de hoy se especula de que pueden ser los restos de Amelia Earhart.
Algunas de estas teorías se combinan y se vuelven descabelladas. La más probable de todas es la primera y es la conclusión oficial.
En el año 2009 se estrenó Amelia, una película biográfica sobre la aviadora dirigida por Mira Nair. La protagoniza Hillary Swank (cuyo parecido físico con Amelia es impactante). Richard Gere hace de George Putnam y el escocés Ewan McGregor se pone en la piel de Gene Vidal.
No es una gran película pero si te interesa la vida de Amelia Earhart no puedes dejar de verla.
Te dejo el trailer oficial:
También hay otra película de 1994 que se llama Amelia Earhart: el vuelo final (Amelia Earhart: The Final Flight) en la que actúan Diane Keaton como Amelia y el extinto actor holandés Rutger Hauer como Fred Noonan.
Amelia se convirtió en un ícono feminista por sus proezas, su coraje y su desafío al orden establecido. No se detuvo solamente en sus logros individuales sino que también se organizó y creó, junto a otras aviadoras, una organización para luchar por los derechos de la mujer en la aviación.
La gran pasión de Amelia fue la aviación y al respecto escribió tres libros:
La figura de Amelia Earhart está potenciada por su simpleza, su carisma y también por su trágica desaparición siendo tan joven, mientras buscaba hacer historia y cumplir uno de sus grandes sueños.
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La entrada Amelia Earhart, la reina del aire se publicó primero en Mentes Liberadas.
]]>La entrada Élisabeth Vigée Le Brun: la artista que deslumbró a toda Europa se publicó primero en Mentes Liberadas.
]]>¿Has escuchado hablar alguna vez de ella? Seguro que no.
En esta nota descubrirás a una mujer brillante que desafió las reglas de la época y que fue inteligente para crearse una carrera profesional independiente en un mundo dominado por hombres.
Este es el segundo artículo de Mujeres Liberadas. La idea de esta sección es contar la vida de mujeres que trascendieron en distintas disciplinas. Especialmente de aquellas que no son tan conocidas, pero que han hecho aportes extraordinarios ya sea en ciencias, artes u otro campo.
Este es un artículo extenso que te va llevar unos minutos leerlo. Así que te invito a que busques un lugar cómodo para leer y por qué no, una taza de café o de té.
Ahora sí, comencemos conociendo la vida de Élisabeth Vigée Le Brun.
Élisabeth Vigée nació en París en 1755 bajo el nombre completo de Marie-Louise-Élisabeth Vigée. Fue criada en el seno de una familia de lo que podríamos llamar clase media. Con suficientes recursos para vivir bien, pero no tantos como para vivir del lujo.
Su madre Jeanne era peluquera y su padre, Louis, un pintor especialista en retratos y en la técnica de la pintura al pastel. Este tipo de pinturas se caracteriza por no utilizar disolventes sobre el lienzo, lo que lo diferencia de los óleos o de la acuarela.
Gracias a su trabajo, Louis tenía acceso a contactos importantes, incluyendo otros artistas de renombre.
Élisabeth se interesaría en el trabajo de su padre y seguiría sus pasos, pero antes, a los 6 años, fue enviada a un convento para ser educada. Esto que puede parecernos raro hoy en día, era una práctica habitual en el siglo XVIII.
Tiempo después, al cumplir 11 años, llegó el momento de la vuelta a casa. Élisabeth se reunió nuevamente con su familia, que ahora contaba también con un bebé, su hermano menor Étienne que se convertiría en un destacado dramaturgo.
Lois era un artista y le daba mucha libertad a su hija quien experimentaba con los pinceles y los colores en el atelier de su padre. Así fue como Louis descubrió que Élisabeth tenía mucho talento para el arte. Podía ser una gran artista y por eso decidió comenzar a instruirla.
Louis Vigée le pasó mucho de su conocimiento técnico a su hija Élisabeth, pero eso fue sólo una parte de lo que hizo por ella a nivel educativo.
A través de sus contactos, logró que Élisabeth recibiera algunas lecciones de grandes artistas franceses de la época. Ellos la instruyeron, en aspectos básicos de la pintura como por ejemplo crear una paleta de colores.
Pero la instrucción de Élisabeth quedó trunca en poco tiempo. Un inesperado acontecimiento la obligó a salir a buscar encargos pagos para pintar.
Siguió instruyéndose el resto de su carrera profesional, pero siempre lo hizo como autodidacta, sin recibir educación formal de ninguna academia de artes.
¿Por qué la formación de Élisabeth como artista quedó trunca? Porque su padre Louis falleció cuando ella tenía 12 años.
La urgencia económica de la familia la llevó a ella y a su madre Jeanne, a salir a buscar trabajo. A pesar del dolor por la pérdida de su padre, esta fue la oportunidad perfecta para poner en práctica las habilidades artísticas de Élisabeth.
Por suerte el contexto ayudaba. Era una época donde todo el mundo quería ser retratado. Hay que pensar que no existía aún la fotografía y si alguien quería ser inmortalizado, debía posar para un artista.
Élisabeth tuvo muchos encargos de retratos y comenzó a ganar dinero. Fue el comienzo de una gran carrera.
Seguro estarás pensando, siendo tan joven, ¿qué tan bien pintaba como para que le paguen?
Bueno, la respuesta a esa pregunta es el retrato que hizo de su hermano Éttiene. Aunque ella ya tenía 18 años, se demuestra el talento que poseía siendo tan jovencita.
Aunque a nosotros en el siglo XXI nos parezca un horror, en la época de Élisabeth una chica de 14 años ya estaba en edad para casarse. Más teniendo en cuenta que Élisabeth era muy bella.
Esto le iba a generar a ella una incomodidad al trabajar que daría como resultado, un estilo de retrato.
Cuando iba a retratar a caballeros a las casas de nobles, militares y personas destacadas de la sociedad, estos se la quedaban mirando embobados al posar para ella.
Para evitar esta situación incómoda, les pedía que miraran a un punto invisible más allá de ella, como mirando al horizonte.
En teoría, el típico retrato en donde se desvía la mirada «hacia el infinito» es el resultado de la interacción de Élisabeth con sus retratados.
Me quedan dudas sobre si realmente ella impuso esta moda, pero la anécdota de hacerles mirar hacia otro lado es verídica puesto que está documentado en cartas escritas por Élisabeth.
Élisabeth tenía talento, clientes y le iba bien. Ganaba buen dinero. Pero su madre decidió casarse con un joyero quien se convirtió en su padrastro.
Inmediatamente, su padrastro comenzó a disponer de todos los bienes de los Vigée incluyendo, por supuesto, de los ingresos que generaba Élisabeth.
Ella lo odiaba no sólo porque se quedaba con el dinero que ganaba sino porque había ocupado el lugar de su padre y hasta usaba la ropa que este había dejado tras su muerte.
Por otro lado, el trabajo de Élisabeth fue creciendo y eso molestó al gremio de artistas que la obligó a afiliarse para poder continuar desempeñando su profesión en Francia.
Dentro de su círculo social, Élisabeth conoció a Jean-Baptiste Le Brun, un pintor, coleccionista y mercante de arte.
Ambos compartían haber tenido un padre pintor y la pasión por el arte. Así fue como se enamoraron y se casaron. Con el tiempo, tuvieron una hija, Julie, a quien cariñosamente llamaban Brunette.
Tiempo después Élisabeth perdió un embarazo y ya no tuvo más hijos. Julie fue la única hija de Élisabeth y tuvo un final trágico. Más adelante te lo cuento.
Lamentablemente no fue un matrimonio muy feliz. Ella trabajaba y generaba dinero mientras que él perdía todo en apuestas. Terminarían divorciándose más adelante aunque por motivos políticos, para proteger a Élisabeth.
Más allá de lo desdichado que resultaría el matrimonio, las conexiones de su esposo le facilitaron nuevos clientes y esferas sociales más altas. Pero su unión con Jean-Baptiste le dio algo todavía más importante.
Como Jean-Baptiste era un comerciante de arte, esto le permitió a Élisabeth estudiar muchas grandes obras de artistas que admiraba. En esa época la mejor forma de aprender era copiando obras de arte y gracias a su esposo, Élisabeth tuvo exclusividad con muchas obras de artistas consagrados.
Para complementar incluso más sus conocimientos, Élisabeth y Jean-Baptiste realizaron un viaje a Flandes, lo que hoy es el norte de Bélgica y parte de Holanda. Allí, ella pudo estudiar a los grandes maestros flamencos, especialmente a Peter Paul Rubens, considerado como uno de los mejores pintores de todos los tiempos y quien ha sido indudablemente su mayor influencia.
Al volver de Flandes, Élisabeth Vigée Le Brun pintó una de sus obras más célebres. Un autorretrato donde aplica las técnicas de los flamencos, pero además, se pinta en la pose de un cuadro del mismo Rubens. Decidida y desafiante, Élisabeth emula al gran maestro.
Este es uno de sus cuadros más famosos y fue un éxito total en su momento. A partir de allí todos sus clientes le pedirían que aplicara las mismas técnicas a sus retratos.
La reina de Francia, María Antonieta, es famosa por su trágico desenlace en la Revolución Francesa. Spoiler alert: terminó en la guillotina al igual que su esposo el rey Luis XVI, en 1793.
Antes de sucumbir ante el frío metal tuvo su reinado. Y como toda reina, se hizo muchos retratos. El problema era que María Antonieta nunca quedaba conforme con los cuadros que le hacían así que mandó a llamar a Élisabeth quien ya era una artista destacada.
Ellas ya se habían conocido antes. Recordemos que Élisabeth se movía en círculos sociales altos. Pero nunca había tenido la oportunidad de pintar para la realeza.
Los retratos de Élisabeth fascinaron a María Antonieta y, de algún modo, ella pasó a ser la retratista oficial de la reina pintando más de 20 cuadros de la familia real, retratando también a sus hijos. Entre ellas se desarrolló un vínculo de amistad que permaneció durante muchos años.
¿Qué fue lo que hizo Élisabeth para deslumbrar a la reina? Suavizó muchos de los defectos de su rostro y sacó la belleza que ella percibía. Empatizó con la reina y logró obtener lo mejor de ella. Tarea en la que otros artistas habían fracasado antes.
Ya consagrada y habiéndose convertido en una artista cara, Élisabeth quiso ingresar a la Academia Real de Pintura y Escultura de París pero no se lo permitían.
En principio, la excusa era que su esposo era un comerciante de arte y eso invalidaba la posibilidad de formar parte de la academia, pero también estaba la resistencia a recibir mujeres.
Después de utilizar su influencia a través de la reina María Antonieta, finalmente dejaron ingresar a Élisabeth quien fue una de las pocas que pudo acceder a ese privilegio durante los años en que la academia existió.
Otro gran anhelo de Élisabeth era dejar un poco de lado los retratos y pintar sobre historia y mitología. Esos eran los temas sobre los que pintaban los grandes artistas. Pero nuevamente el hecho de ser mujer le jugaba en contra.
Los cuadros épicos que rememoran hechos mitológicos, bíblicos e históricos requieren desnudos. ¿Cuál es el problema? Aunque hoy en día nos parezca insólito, en esa época a las mujeres artistas se les prohibía pintar utilizando modelos desnudos, especialmente masculinos. Era una cuestión de decoro y buenas costumbres.
Sin embargo, Élisabeth pudo de algún modo eludir esta restricción. Volvió a usar sus influencias con las altas esferas y logró que le permitieran pintar cuadros de la temática que quería aunque usando modelos femeninos exclusivamente.
Por ese tiempo también abrió un atelier para jóvenes mujeres donde transmitió todos sus conocimientos aunque con las mismas restricciones de no poder pintar el cuerpo humano usando modelos.
Élisabeth era una mujer con un sentido estético particular para la época. Solía vestir simple, con túnicas blancas sueltas, con reminiscencias de medio oriente. Este estilo luego se imponía en la París de esa época.
Pero al mismo tiempo, esta visión de querer cambiar la moda y su modo de vida demasiado moderno para la época le jugaría en contra.
Élisabeth Vigée Le Brun estuvo en el centro de la escena por varios escándalos en la época previa a la Revolución Francesa.
El primero está relacionado a una especie de fiesta de disfraces que organizó con temática de la Antigua Grecia. Falsos rumores corrían diciendo que había gastado una fortuna para esa reunión. En realidad, Élisabeth había encontrado una excusa para celebrar su amor por el neoclasicismo.
Vinculado a esta forma de vida aparecieron más rumores donde se la acusaba de llevar una forma de vida licenciosa y de tener una relación con Monsieur de Calonne, quien manejaba las finanzas del Estado en esos tiempos. Llegaron incluso a circular cartas falsas entre ellos dos.
Estos rumores eran falsos, aunque se cree que, por ejemplo, Élisabeth tuvo un affair extra matrimonial con el Conde de Vaudreuil, quien fue uno de los primeros coleccionistas de sus cuadros.
¿Por qué surgían estos rumores falsos? Por su cercanía con la realeza. Era una época complicada y la revolución se estaba gestando en las calles de París.
Como si no tuviera suficiente con sus propios escándalos, Élisabeth también se vio envuelta en los que se vincularon con la reina María Antonieta.
El primer problema lo tuvo cuando pintó a la reina con ropas claras y simples, similar a las de los musulmanes, tal como ella se vestía. El escándalo fue tal que la obligaron a repintar la obra, vistiendo a la reina de forma clásica y «más decente».
Como si fuera poco, hubo otro escándalo vinculado a la reina. El contexto político estaba muy complicado en Francia y había ocurrido un hecho confuso. Habían acusado a la condesa de La Motte de robar un valioso collar que pertenecía a María Antonieta.
El hecho fue bastante famoso ya que aunque el collar nunca apareció, a la condesa la encontraron culpable, la torturaron, la desvistieron en público para marcarla como ladrona con un hierro caliente y la condenaron a prisión perpetua. Aunque poco tiempo después escapó.
El público en general simpatizaba con la condesa y miraba con resentimiento a la realeza. Este episodio fue uno de los tantos que se dieron previo a la gran revolución que terminó con los reyes en la guillotina.
¿Qué tuvo que ver Élisabeth con esto? Para limpiar la imagen de María Antonieta, le propusieron pintar un nuevo cuadro. La idea era que la reina apareciera abrazando a sus hijos y que en un segundo plano y a oscuras, aparecieran unas joyas.
El mensaje era claro: la reina es primero una madre y todo lo material es secundario.
Sin embargo, la gente vio las joyas en el retrato y el tema del robo aún estaba demasiado fresco. El cuadro ocasionó el efecto contrario al deseado por la realeza. La imagen de María Antonieta no volvería a limpiarse nunca más.
En 1789 estalló finalmente la Revolución Francesa. Élisabeth Vigée Le Brun no tuvo más remedio que escapar de Francia junto a su hija Julie. Su nombre estaba asociado con la realeza y había sido puesta en la lista de personas indeseables.
Élisabeth estuvo 13 años en el exilio. Durante ese tiempo recorrió diferentes partes de Europa y llevó con ella su arte.
Veamos brevemente qué hizo en cada país que visitó Élisabeth.
Italia era el lugar al que todos los artistas debían ir para conocer las obras de los grandes maestros del pasado. Élisabeth estuvo en Roma, Bologna, Nápoles, Florencia, Toscana, Turín y Milán.
Allí recibió encargos de italianos y también de franceses exiliados, por lo que pudo seguir pintando retratos. Su reputación artística estaba intacta y hasta el Papa Pio VI le pidió un retrato aunque ella rechazó el encargo.
En Italia conoció a Angelica Kauffman, otra gran pintora de la época, nacida en Suiza.
En Nápoles pintó a la famosa Lady Hamilton, esposa del embajador de Inglaterra en ese lugar y amante del Almirante Nelson. También allí retrató la Reina de Nápoles.
Élisabeth quería volver a Francia pero el contexto seguía complicado. Su esposo había sido arrestado y se había enterado de la ejecución de Luis XVI y María Antonieta, lo cual la afectó mucho.
Élisabeth llegó a Viena, en Austria y luego siguió viajando hasta llegar a San Petesburgo, que en ese entonces intentaba convertirse en una capital europeizada. El Zar quería que el arte y la cultura brillaran en esa ciudad.
En el medio de su viaje pasó por Berlín, Postdam y Riga, entre otras ciudades.
Gracias a su reputación, la Zarina la convocó para que la pinte. Si bien hubo un malentendido debido a que Élisabeth no cumplió con el protocolo de saludo oficial, los zares igualmente la contrataron y quedaron satisfechos con el resultado.
Élisabeth estuvo 7 años en San Petesburgo. Se especializó en el retrato de niños y niñas. Los rusos no se deleitaron sólo con su arte sino también con sus costumbres. Incluso, comenzaron a copiarle su forma de vestir.
En San Petesburgo también se casó su hija Julie con quien se peleó y no volvió a verse durante varios años.
Élisabeth pintó tantos retratos en Rusia y en toda Europa que ya no le quedaron clientes. Además, había enfermado. En Francia la habían quitado de la lista de indeseables. Ya podía volver a su hogar.
Y así lo hizo en 1802. Pero el regreso fue triste. Todo había cambiado en Francia. Ya no era el lugar que recordaba.
Siguió haciendo algunos encargos para Alemania y Rusia. Luego, hizo un viaje a Inglaterra para buscar clientes, pero se encontró con mucha competencia y ningún entusiasmo por ella de parte de los británicos. Así que no tuvo más remedio que volver otra vez a Francia.
Con Napoleón en el poder, el autoproclamado Emperador le encargó retratos de sus hijas.
Élisabeth se peleó con su hija luego de su casamiento en San Petesburgo. No la volvió a ver más y no supo más nada de ella.
Pero un tiempo después descubrió que su esposo la había abandonado y que ella había caído en la pobreza extrema. Había contraído sífilis y quedado postrada. Élisabeth la fue a visitar en su lecho hasta que murió.
Élisabeth no dejó de pintar aunque su época de esplendor ya había quedado en el pasado. Siguió viajando y estuvo un tiempo en Berna y en Zurich, Suiza. Allí se dedicó a pintar paisajes, un estilo que no había desarrollado antes.
Una vez más retornó a Francia. Además de pintar, se dedicó a organizar tertulias y a escribir sus memorias.
Élisabeth Vigée Le Brun murió en 1842 a los 86 años.
Durante su vida pintó más de 660 retratos y 220 paisajes.
Como es una artista reconocida mundialmente, algunas de sus obras están en los principales museos del mundo y otras pertenecen a colecciones privadas.
Algunos de los museos que exhiben obras de Élisabeth son el Louvre, de París; el Hermitage Museum, de San Petesburgo; la National Gallery, de Londres; y el Metropolitan Museum of Art de New York.
Élisabeth triunfó porque tenía un gran talento, pero también porque era muy inteligente.
Estaba técnicamente dotada para crear grandes pinturas y había tenido la oportunidad de estudiar a los grandes maestros. Se destacaba en la creación de paletas de colores y poseía un don especial para el retrato. Fue un exponente del movimiento Rococó y del Neoclasicismo.
Puede ser que su esposo Jean-Baptiste le haya abierto un mundo de conexiones y haya establecido un precio alto a su talento. Pero fue ella la que supo cómo dirigir su carrera. Fue una pionera de lo que podríamos llamar el marketing artístico.
Ella no vendía sólo el retrato sino toda la experiencia de posar, como una especie de entretenimiento.
A todo esto se le sumaba su belleza y encanto personal.
Esto ha sido todo por este artículo. Espero que te motive a aprender más sobre Élisabeth Vigée Le Brun y sobre arte en general.
Esto ha sido todo por este artículo. Espero que haya sido de tu agrado.
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La entrada Élisabeth Vigée Le Brun: la artista que deslumbró a toda Europa se publicó primero en Mentes Liberadas.
]]>La entrada Ada Lovelace, la primera programadora de la historia se publicó primero en Mentes Liberadas.
]]>Para iniciar este recorrido que espero tenga muchos artículos, voy a comenzar con mi favorita: Ada Byron, la condesa de Lovelace, más conocida como Ada Lovelace, célebre por ser pionera en programación.
En este artículo vas a conocer la vida de Ada, su trabajo y por qué se la considera la primera programadora de la historia, a pesar de no haber programado nada y de que en su época ni siquiera existían las computadoras.
Ada nació bajo el nombre de Augusta Ada Byron el 10 de diciembre de 1815, en Londres, Inglaterra. Su padre era nada más y nada menos que Lord Byron, uno de los poetas más importantes de todos los tiempos.
Es imposible contarte sobre la figura de Ada sin mencionar la tormentosa vida de Lord Byron. Al padre de Ada le encantaba la buena vida. Combinaba periodos de inspiración poética con otros de desenfreno total, en los que salía con muchas mujeres e incluso con hombres. Este estilo de vida de derroche lo llevó a acumular innumerables deudas.
Como si fuera poco, mantenía una relación incestuosa con su hermana Augusta. Sí, el mismo nombre con el que Ada sería bautizada al nacer.
Por el contrario, Lady Byron, la esposa de Lord Byron y madre de Ada, era muy distinta. Se llamaba Anna Isabella Noel Byron y era una mujer centrada y adepta a las buenas costumbres de la época. Había estudiado matemáticas y astronomía.
El contraste entre los progenitores de Ada es tan grande que de no saberse, costaría entender cómo pudieron casarse.
Pero conociendo la época es fácil descifrar esto. Lord Byron no quería a Lady Byron. Se había casado con ella porque estaba endeudado y la unión le permitía hacerse con toda la fortuna de su nueva esposa. En esa época, después de celebrarse un casamiento, el hombre podía disponer de los bienes conjuntos.
Las deudas crecieron y la locura de Lord Byron también. Lady Byron decidió llevarse a la bebé Ada, a la semana de su nacimiento. Lord Byron escapó a Francia para no afrontar sus deudas y nunca más regresó a Inglaterra.
Durante años Lord Byron le escribiría a Ada y hasta le dedicaría tiernos poemas. Pero nunca más la volvió a ver.
Y fue así como Ada creció sin padre. Tampoco tuvo hermanos. Toda su infancia y adolescencia estuvo bajo la tutela de Lady Byron que se volvió una madre estricta.
Ada Byron (así se llamaba hasta ese momento) tuvo diferentes instructores y tutores cuando era pequeña. Le fascinaba la ingeniería y tenía la idea de crear una máquina que pudiera volar. Pero también manejaba varios idiomas y esto era algo que le preocupaba a su madre, Lady Byron.
Su madre tenía miedo que la locura de los Byron le afectara. Como si fuera una maldición genética, le preocupaba que Ada saliera como su padre y creía que el estudio de las letras y las ciencias blandas la condujeran a un destino similar. Por este motivo, Lady Byron motivó a Ada para que estudiara matemáticas.
A esta inclinación en los estudios se sumó un problema de salud que Ada tuvo en su adolescencia. Estuvo tres años postrada. Los documentos no dejan en claro qué tuvo. Algunos creen que fue sarampión pero otros apuestan a otras enfermedades. Lo importante es que al recuperarse, Ada se había vuelto más metódica y con mayor interés por la lógica y la matemática.
Las enfermedades serían recurrentes en la vida de Ada. Padeció serios problemas de salud en diferentes momentos de su vida.
Charles Babbage fue un matemático inglés que nació en 1791. Era un tipo bastante extraño, que todo el tiempo pensaba en invenciones y que vivía obsesionado con construir máquinas de cálculo.
Ada y su madre, Lady Byron, conocieron a Babbage en los círculos sociales de la Inglaterra victoriana. El matemático solía hacer reuniones a las que asistían grandes personalidades de la época, como por ejemplo el escritor Charles Dickens, entre otros.
Cuando Ada conoció a Babbage, este tenía en sus planes la construcción de una máquina para hacer cálculos. Este aparato era conocido como «la máquina diferencial» y podía llegar a tener un uso amplio, aunque ninguno en particular.
Por ese entonces, Babbage ya tenía 44 años y había enviudado unos años. Nunca mas se volvió a casar. Pasaba todo su tiempo dedicado a sus invenciones.
El interés de Ada por su trabajo hizo que tanto ella como su madre fueran invitadas por el matemático para conocer los avances de la máquina diferencial.
De allí en adelante, Ada y Babbage iniciaron una relación de amistad que duró años. Él la llegó a llamar «La Hechicera del Número», que con el tiempo se desvirtuó en «La encantadora de los números» (Enchantress of Numbers, en inglés).
Se cree también que esta amistad pasó a otro plano en algún momento y que llegaron a ser amantes. Aunque esto se desprende de los diferentes documentos que se tienen de la época, (especialmente de las cartas que se escribían) en ninguna de ellas hay un mensaje claro de amor.
Hasta aquí, mucho de historia y poco de informática. Recién te conté que Babbage estaba intentando crear máquinas de cálculo. Lo cierto es que en esa época había una gran necesidad de disponer de este tipo de aparatos.
Por ese entonces, los científicos e ingenieros usaban tablas para hacer cálculos complejos. Por ejemplo, para calcular logaritmos. Lo cierto es que las tablas no eran precisas y para algunas tareas era imperioso comenzar a disponer de un método preciso y rápido para calcular.
Babbage estaba intentando construir una máquina calculadora mecánica que funcionara manualmente o con un motor a vapor. Pero no sería la primera en su especie.
La primera máquina de calcular mecánica que se suele nombrar es la famosa Pascalina, creada en 1642 por el matemático y filósofo Blaise Pascal. Otra reconocida es una máquina creada por el filósofo y matemático Gottfried Leibniz.
Antes te comentaba que Ada estaba interesada por el trabajo de Babbage. Eso es porque a ella le fascinaba otra máquina de la época que todo el mundo conocía y que había cambiado las reglas de la industria textil.
El Telar de Jacquard fue una máquina mecánica creada por Joseph Marie Jacquard en 1801, que tejía de forma automática diferentes tipos de patrones que se podían definir a través del uso de una serie de tarjetas perforadas. ¿Te suena eso?
El Telar de Jacquard era programable y fue una de las grandes maravillas de la industrialización. Generó controversia y todo un grupo de tejedores se organizó para destruir estos telares que les quitaban su trabajo. Fue así como se dice que un tal Ned Ludd destruyó dos telares ya en 1791, cuando todavía no eran tan sofisticados.
De allí surgieron los luditas, personas que se oponen al avance tecnológico. Palabra que usamos hasta el dia de hoy.
Ada recorrió el norte de Inglaterra en pleno auge industrial y allí vio la máquina en funcionamiento.
Cuando Ada conoció a Babbage este estaba construyendo su máquina diferencial. Se trataba de un artefacto que podía sumar y restar, y por ende, multiplicar, dividir y calcular raíces cuadradas. A pesar de lo interesante y de las aplicaciones que podía tener, su uso era bastante limitado.
Fue en ese entonces cuando Babbage comenzó a pensar en una máquina más completa que le permitiera hacer cálculos infinitesimales. De este modo, podría resolver problemas más complejos. Se trataba de la Máquina Analítica.
Babbage se dio cuenta de que nunca iba a terminar su Máquina Diferencial y que aun haciéndolo, no iba a tener sentido, ya que esa nueva Máquina Analítica iba a ser mucho mejor. Por ese motivo, desistió de la primera y volcó todo su esfuerzo y recursos hacia su nuevo objetivo.
En esa época lo más importante que podía tener una mujer era un esposo. Y había que conseguirlo lo más rápido posible. Una mujer de veintipico y soltera corría el riesgo de quedarse sin esposo para el resto de su vida.
Te recomiendo que leas las novelas de Jane Austen para comprender el funcionamiento de la sociedad victoriana en ese entonces. En especial, Orgullo y Prejuicio, obra universal de la literatura.
Lady Byron quería que su hija Ada se casara con un candidato de una familia noble y adinerada. No le alcanzaba con cualquiera. ¿Y qué tal Babbage? Estaba claro que Ada y él se llevaban muy bien. Además, la diferencia de edad a favor del hombre no estaba mal vista en esa época. Babbage no era una mala opción para nadie, pero Lady Byron apuntaba más alto. Y lo logró.
Ada se casó con William King-Noel en 1835, cuando tenía 20 años. William era Lord y tenía muchas propiedades. Ada tuvo tres hijos con William: Byron, Anne Isabella y Ralph Gordon. Lamentablemente, ella no pudo criarlos porque volvió a enfermar. En su lugar, criados y tutores se hicieron cargo de sus hijos.
A partir de entonces, Ada fue conocida como Ada King. Pero poco tiempo después de casarse, su esposo heredó el título de Conde de Lovelace. Por lo tanto, ella pasó a ser Ada King, condesa de Lovelace. Luego lo fue acortando y en sus cartas firmaba como Augusta Ada Lovelace.
Charles Babbage se embarcó en la construcción de su nueva Máquina Analítica. Ada quería ayudarlo e involucrarse en el proyecto. Se intercambiaban cartas continuamente donde debatían diferentes aspectos de cómo debía ser la máquina.
Esta nueva máquina tendría la posibilidad de procesar fórmulas, arrojar resultados algebraicos y realizar cálculo infinitesimal. Además, funcionaba con tarjetas perforadas, al igual que el Telar de Jacquard.
“Se puede afirmar con mayor precisión que el motor analítico teje patrones algebraicos al igual que el Telar de Jacquard teje flores y hojas.”
Ada Lovelace
El problema era que la máquina cambiaba continuamente en la cabeza de Charles Babbage. Cada vez se le ocurría una idea mejor y eso echaba por tierra parte del trabajo anterior. Por otro lado, las piezas que necesitaba eran muy difíciles de fabricar debido al nivel de precisión que se requería. Por todo esto, el avance era lento y el Estado inglés, que le proveía de fondos comenzaba a impacientarse.
El matemático y la máquina eran famosos aunque no siempre por algo bueno. En las tertulias victorianas ya eran una especie de meme. «Te pagaré la deuda cuando Babbage termine su máquina» podía bromear algún lord inglés de la época.
Ada quería contribuir al trabajo de Babbage pero se sentía en desventaja en cuanto a conocimientos. Por eso comenzó a estudiar temas más avanzados de matemáticas. Su instructor fue nada más nada menos que Augustus De Morgan. Sí, el de las Leyes de De Morgan de la lógica proposicional.
También Ada tomó lecciones con la matemática y divulgadora científica Mary Somerville, a quien ella admiraba profundamente.
El 1842, el ingeniero italiano Luigi Federico Menabrea realizó un trabajo en función de la hipotética Máquina Analítica de Babbage. Había conocido al matemático en un viaje que este hizo a Italia y allí habían debatido sobre la máquina.
El trabajo de Menabrea era una descripción bien detallada de la máquina. El único problema era que lo escribió en francés. A Ada y Babbage les pareció una buena primera tarea para Ada como colaboradora oficial, traducir ese texto al inglés. Después de todo Ada era muy buena con los idiomas y dominaba el francés.
Al ir traduciendo el texto, Ada comenzó a agregar notas personales sobre el posible uso de la máquina. Comenzaron siendo unas pocas y terminaron siendo varias páginas. Al final, las notas de Ada eran tres veces más extensas que el trabajo de Menabrea.
El conjunto de notas de Ada no explican cómo funciona la Máquina Analítica, sino que muestran lo que este invento puede llegar a hacer.
Dentro de todas estas notas hay una especial, titulada «Nota G», en la que se explica cómo habría que hacer funcionar la máquina para calcular los números de Bernoulli, una famosa sucesión matemática. Este sería el primer programa de la historia, aunque hay mucho debate al respecto. Además, se sabe que Ada tuvo ayuda de Babbage para esa nota en particular, pues así lo demuestra la correspondencia.
Lo que hace tan importante a Ada no es precisamente el hecho de haber escrito o no el primer programa informático de la historia. Lo vital es su visión sobre las máquinas.
Babbage y todos los científicos de la época veían a la máquina como una gran calculadora. Pero Ada no. Seguramente influenciada por las posibilidades del Telar de Jacquard, ella pudo ver más allá e imaginó un universo de potencialidades. Imaginó que una máquina de estas características daría como resultado la aparición de una nueva ciencia, separada de la matemática.
Además, Ada pensó, entre otras cosas, en la posibilidad de representar la música a través de la máquina, lo que hoy conocemos como música digitalizada.
Ada le hizo una propuestas a Babbage. Se ofreció a ser su colega y comunicadora para llevar el trabajo del matemático a todos los círculos. Una especie de relaciones públicas, algo que tenía sentido ya que Babbage estaba perdiendo el apoyo del Estado y su falta de dones en comunicación lo estaban aislando de la comunidad.
Babbage no aceptó la propuesta. Sin embargo, la amistad que tenían no se vio afectada en lo más mínimo. Siguieron colaborando, intercambiando correspondencia y cada tanto viéndose.
El artículo de Ada fue finalmente publicado. El trabajo original de Menabrea, con sus notas aparecieron en Scientific Memoirs en septiembre de 1843. Ella firmó como A. A. L. pero enseguida trascendió que era mujer y el artículo fue tomado como algo interesante pero poco relevante.
Nadie lo vio, pero ese artículo anticipaba la ciencia informática, casi 100 años antes.
Los últimos años de Ada fueron tristes. Se hizo adicta a las carreras de caballos y perdió muchísimo dinero.
En poco tiempo volvió a enfermar y esta vez fue grave: cáncer uterino. Tuvo una larga agonía en la que su madre, Lady Byron entró nuevamente en escena. Ambas habían estado distanciadas, pero con la enfermedad avanzando, tuvieron un momento de reconciliación.
Lady Byron despidió a los criados del esposo William King y puso a los suyos. En su última visita a Ada, Lady Byron echó a Babbage y le prohibió volver a verla.
Los últimos tiempos de Ada fueron muy penosos. Padecía dolores extremos y como no había todavía anestesia inyectable, tomaba láudano, un derivado del opio. Esto le hacía perder la cordura.
En sus últimos días, Charles Dickens la visitó en varias ocasiones. El escritor le leía en la cama para reconfortarla.
Ada falleció el 27 de noviembre de 1852. Tenía tan sólo 36 años de edad. Como último pedido, y un poco para desafiar a su estricta madre, pidió ser enterrada junto a su padre, Lord Byron. El poeta había muerto en el exterior y sus restos habían sido repatriados años antes.
Charles Babbage no pudo asistir al funeral de su amiga Ada. No quiso generar discordia con Lady Byron después de su último encuentro en el que lo echó. Vivió 20 años más y siguió trabajando en su máquina que, por supuesto, nunca terminó. No obstante, al día de hoy es recordado como uno de los grandes precursores de la informática.
Lady Byron vivió hasta los 67 años y si bien en esta historia puede parecer como la madre estricta y dominante, en realidad fue una mujer fuerte que abogó por el fin de la esclavitud. Hizo siempre lo que consideró mejor para su única hija.
El esposo de Ada, William King se volvió a casar y tuvo un hijo más.
Durante años Ada Lovelace fue olvidada y su trabajo minimizado. Pero con el tiempo fue reivindicada como la primera programadora de la historia.
Alan Turing, el matemático pionero de la informática moderna y cuyo trabajo fue clave para decodificar los códigos de la máquina nazi Enigma, exploró el trabajo de Ada. De él es famosa su formulación conocida como «La Objeción de Lady Lovelace».
“La máquina analítica no tiene ninguna pretensión de dar origen a nada. Puede hacer lo que le ordenemos. Puede realizar análisis pero no tiene el poder para anticipar ninguna clase de relación ni de verdad analítica.”
Ada Lovelace
Según Ada, las computadoras no pueden pensar ni crear nada original. Ella creía en todas las posibilidades, pero no en la idea de una inteligencia artificial. Turing se oponía a ese pensamiento y resumía la idea de Ada en que las máquinas no pueden sorprender al ser humano. Algo que claramente no es cierto. Por poner un ejemplo, toda la industria de los videojuegos se basa en eso.
En 1980, el Departamento de Defensa de Estados Unidos quiso hacer algo bastante común por esa época: crear un lenguaje de programación único que todo el mundo adopte. Si bien el lenguaje funcionó, nadie lo adoptó como único. Lo interesante es que este lenguaje fue bautizado Ada, en homenaje a Ada Lovelace.
Por último, cada segundo martes de Octubre de cada año se celebra el Día de Ada Lovelace, una jornada para festejar la participación de las mujeres en la ciencia, ingeniería y en la informática en particular.
Para todos los programadores, y me incluyo aquí, Ada Lovelace encarna el espíritu de la imaginación al poder y de la oportunidad de aprender y descubrir un universo de posibilidades sin importar raza, sexo, religión, ni ninguna otra condición.
Este ha sido el primer artículo de esta sección y espero que lo hayas disfrutado aprendiendo algo nuevo. Con el tiempo iré agregando nuevas entradas para reivindicar el trabajo de aquellas mujeres que trascendieron los límites de su época y marcaron el camino hacia la libertad, la razón y la verdad.
Esto ha sido todo por este artículo. Espero que haya sido de tu agrado.
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La entrada Ada Lovelace, la primera programadora de la historia se publicó primero en Mentes Liberadas.
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